Hoy vino a buscarme
mi duende travieso,
me dio una sonrisa
y después un beso.
Y luego, con gracia,
me tomó una mano,
y fue, de ese instante,
mi dulce tirano.
¡Pelota!... ¡Soldados!...
¡Espada!... ¡Trompada!...
Mi duende travieso
no respeta nada.
¡Y abajo!...¡Y arriba!...
¡Y arriba!... ¡Y abajo!...
Cuando está conmigo
ese es i trabajo.
Y a la carga vino
¡zas!... otra trompada.
Dije, que mi duende,
no respeta nada.
Y el final de siempre…
se durmió en mis brazos,
con sus manecitas
en dos tibios lazos.
Lo dejé en la cama.
Murmuré en un beso:
Mañana seguimos,
mi duende travieso.
domingo, 2 de noviembre de 2008
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